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¿Cuál es la historia del Señor de los Milagros?

En el siglo XVII, el catolicismo ya estaba bastante difundido en el Perú colonial. En este siglo la población de esclavos africanos se concentra en los lados periféricos de la ciudad de Lima, como el barrio de Pachacamilla (donde ahora se ubica la iglesia de Las Nazarenas). Es aquí donde un esclavo negro, natural del país de Angola, con el nombre de Benito o Pedro Dalcón, pintó una imagen de Jesucristo crucificado en un templo improvisado. Cabe resaltar que, aproximadamente en 1650, los esclavos de este barrio habían formado una cofradía para expresar su fervor religioso y que Dalcón no era un artista ni tampoco poseía conocimientos sobre pintura. Fue su devoción la que lo llevó a pintar la imagen.

En 1655 un terremoto sacudió la ciudad y causó muertos, heridos y damnificados, además de dejar en ruinas muchas construcciones. La cofradía estaba construida de adobe, por lo que todas sus paredes cayeron, pero misteriosamente la pared en donde estaba pintada la santa imagen resultó intacta, sin ningún signo de daño material, algo que fue y continúa siendo considerado milagroso. El fervor religioso creció después de este inimaginable suceso. Los fieles se acercaban a rendir homenaje a la imagen y el gran interés sustituyó incluso otras celebraciones como el Corpus Christi y la Virgen del Carmen. Sin embargo, las reuniones de los esclavos fieles fueron mal vistas por algunos religiosos locales, como el párroco de la iglesia de San Sebastián. Luego de diversas coordinaciones, se dictaminó que el Jesucristo en la cruz fuera borrado. Sin embargo, se cuenta que en las tres ocasiones que se trató de borrar, los encargados terminaban impactados y hasta asustados por la milagrosa imagen. Finalmente, se decidió dejar la imagen y se construyó una capilla en su honor. Después del gran terremoto, la imagen sobrevivió intacta incluso después de una serie de fuertes temblores que llegaron en los años posteriores. Esto hizo que la fe alrededor de ella se incrementara y que el Cristo de Pachacamilla se convirtiera en el protector de Lima. Uno de estos temblores hizo que Sebastián Antuñano, un gran impulsor de la fe al Señor de los Milagros, ordenara hacer una copia al óleo de la imagen para que saliera en procesión por las calles de Pachacamilla. La tradición sigue en pie hasta hoy, así como la inquebrantable fe de sus fieles.